Santa Juana de Lestonnac
15 de mayo Siglo XVII Fundadora Madre Religiosa Viuda
- Nombre
- Juana (Femenino)
- Celebran
-
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- Nació
- 27 de diciembre de 1556 en Burdeos, en el actual Francia
- Falleció
- 2 de febrero de 1640 en Burdeos, en el actual Francia
- Proceso
- Celebración
- 15 de mayo
Vida de Santa Juana de Lestonnac
Juana de Lestonnac nace en Burdeos (Francia), en 1556, en una familia de la alta nobleza.
Vive de cerca las guerras entre protestantes y católicos. Su padre, Ricardo de Lestonnac, miembro del Parlamento de Burdeos y consejero en asuntos religiosos, era defensor de la fe católica, conocido por su honradez y rectitud. Su madre, Juana Eiquem de Montaigne, estaba comprometida con el calvinismo, participaba en reuniones clandestinas y se resistía, a su manera, a los viejos moldes. Era una mujer culta, atrevida, capaz de divergir con su marido en la tumultuosa cuestión religiosa.
Juana de Lestonnac participó, como era costumbre entonces entre los matrimonios mixtos, de la educación en las dos confesiones.
Eran tiempos complicados y al mismo tiempo interesantes, la modernidad acababa de cambiar las claves de interpretación de la historia, se estrenaba el esfuerzo de hacer dialogar la fe y la razón, la individualidad y lo socialmente establecido, la tradición y la innovación.
Sobrina de Miguel de Montaigne, un hombre erudito, famoso ya en su tiempo, un humanista y como buen humanista amigo de “gustar las cosas para elegir y discernir después”, introdujo a Juana en este pensamiento y también en las nuevas corrientes de la modernidad.
Se casó muy joven con Gastón de Montferrant, barón de Landirás, de la Motte y de otros lugares. Un buen partido y un buen hombre, según dicen. Muy pronto se convirtió en madre, tuvo ocho hijos, tres de los cuales murieron de pequeños.
A los 41 años enviudó y poco después tuvo también que asumir el dolor de la pérdida de su hijo mayor. Viuda con cuatro hijos en edades difíciles su situación era la de una mujer, como diríamos ahora (y salvando todas las distancias), con todas las cargas familiares. En estos momentos decidió poner las energías no sólo en los suyos si no también en otros, ampliar sus relaciones más allá de los lazos sanguíneos. Empleaba sus influencias y las posibilidades que le daban para estar cerca de quienes no tenían las mismas ventajas, para procurar más dignidad en las familias empobrecidas, para acompañar a las personas enfermas, para alcanzar libertad a algunos presos. Se fraguaba en este tramo de su vida una actitud decidida de trabajar por los demás con todas sus fuerzas.
Unos años más tarde, a los 46 años, cuando sus hijos empiezan a tomar las riendas de su vida -Francisco se casa, Marta y Magdalena optan por la vida religiosa, sólo quedaba Juana, la pequeña, que casi era joven casadera para los usos de entonces- decide entrar en el monasterio Cisterciense de las Feullantinas de Toulouse. El monasterio de las Feullantinas era conocido por su estricta observancia y austeridad de vida y Juana no pudo hacer frente a todo eso. Una tarde la Superiora del monasterio le comunicó que no podía asumir la responsabilidad de que siguiera allí.
La Historia de la Orden en el relato de esa noche “la Noche del Cister” nos describe a una mujer en el más absoluto desconcierto, en auténtica confusión, afligida y triste. Es desde esa oscuridad desde la que Juana relee su vida y decide apostar por la confianza en Dios y en sí misma como buscadora de la verdad. Nos cuenta la Historia de la Orden que, en ese momento, encontró consuelo y luz, comprendió que lejos de paralizarse tenía que ponerse manos a la obra. Dice el texto de la Historia de la Orden:
“vió un gran número de jovenes a punto de caer en el abismo y comprendió que eraella quien debía tenderles la mano”
Juana de Lestonnac ve a un montón de jóvenes en dificultad y comprende la importancia de tenderles la mano para evitar que se pierdan como personas. Intuye una Misión educativa que poco tiene que ver con asistencialismos o beneficencias, se trata de una tarea preventiva que les ayude a hacerse personas capaces, por si mismas, de salir de la bruma.
Se da un espacio para madurar la idea, para rumiarla en solitario, para confrontar y pedir consejo y compagina, al mismo tiempo, este sueño con lo que la vida le traía: Otra epidemia de peste asola Burdeos y era necesario echar una mano. Su hija Juana estaba preparando su boda y la requería... Cuando va teniendo las cosas más claras, busca la manera de llevarlo a cabo. Después de un proceso poco fácil6, porque era distinto a lo que había hasta entonces, encuentra a dos jesuitas, el P. De Bordes y P. Raymond, que apoyan su empresa. Se le unen un grupo de mujeres que comparten el Proyecto.
El día 7 de marzo de 1606 Juana y sus primeras compañeras presentan el Proyecto para que sea aprobado por la iglesia. Tampoco fue fácil la aprobación, no se hizo real hasta un año después (7 de abril de 1607).
Juana de Lestonnac se atreve a identificarse con María de Nazaret. Madre, buscadora de la presencia de Dios en el desconcierto y en lo desquebrajado, como ella, quiere que sea la compañera y el modelo de referencia de la Orden que acaba de nacer; de ahí lo de ponerla el nombre de Compañía de María.
Es por esto sabemos por qué calificamos a Juana de Lestonnac de
“mujer de espíritu abierto, profunda conocedora de la problemática de su época, que fue capaz de implicarse en la búsqueda de soluciones y optó para encauzarlas por la educación del sector más desfavorecido entonces: las mujeres”
Su Proyecto educativo nos habla de receptividad, de capacidad para dejarse impregnar por la diversidad, de capacidad para recoger de su tiempo aportaciones varias y trasladarlas al campo educativo, de “gustar las cosas para elegir después”. Algunas ideas calvinistas, el humanismo de Miguel de Montaigne, la experiencia Ignaciana y el sistema pedagógico de los Jesuitas, se mezclaron con su larga e intensa experiencia de vida y fueron la base para su elaboración.
Hoy, 400 años más tarde, nos encontramos con un Proyecto enriquecido por el paso del tiempo y por el paso por diferentes contextos y culturas.
La Compañía de María está presente en 26 países de cuatro continentes: África: República Democrática del Congo, Camerún, Kenia, Tanzania y Egipto; Asia: Japón, Filipinas y Líbano; América: Estados Unidos, México, Nicaragua, Cuba, Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay, Chile, Brasil y Argentina; Europa: Francia, España, Bélgica, Italia, Inglaterra, Holanda y Albania.